El Barbudo

Su silueta contemplaba el claro semblante azul púrpura de aquella laguna, cada cierto tiempo era capaz de admirarse; no se encontraba bello porque tal vez no lo era o quizás si, era difícil que el lo supiera.

Su alma recóndita no era capaz de hablar de amor, aunque a sueltas palabras solía decir que sentía, no tenia la esperanza de ver ese amanecer otra vez, a cada instante balbuceaba dentro de si para buscar esa vanidad que misteriosamente no poseía.

Deseaba con fuerzas poder escapar, estaba maldito sumiso en su venganza, llevaba un corazón ennegrecido entre sus manos, la tortura encarnada que jamás lo dejaría descansar.

Ellos lo observan como si fuera un extraño, como si parte de su carne hubiera sido devorada por aquel desconocido que no sostenía sus propios pies. La musaraña solitaria que habitaba dentro de cada uno de los espectadores los hizo reflexionar, atragantados por el dolor uno a uno dio un paso atrás.

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